La madrugada del jueves 24 de junio de 2010, nos dejó un gran caballero pero ante todo un gran amigo de sus amigos. Josep M. Queraltó tiene muy gratos recuerdos de él, especialmente un día que vino a visitar la exposición que hizo en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, De las sombras al film (diciembre 2007-enero 2008), acompañado de un grupo de amigos de diversas órdenes y miembros del Instituto de Estudios Medievales de Cataluña, entidad que en esa visita otorgó a Josep Maria el título de miembro honorífico. Entonces era directora de la Academia de Cine Ana Arrieta. Al final del acto, Emilio, movido por la gran generosidad de la que hizo gala a lo largo de su vida, invitó a todos los asistentes, cerca de una veintena, a una exquisita mariscada en un restaurante madrileño.
Emilio Oliveras perteneció a varias órdenes de caballería de prestigio tanto nacionales como internacionales, entre ellas, y con las máximas distinciones, el Estament de Cavallers Nobles del Principat de Catalunya, la Imperial Orden Hispánica de Carlos V, la Orden Militar y Hospitalaria de San Lázaro de Jerusalén, y la Institución del Mérito Humanitario. Fue un hombre que se hizo a si mismo e hizo de su vida un ejemplo del esfuerzo en el trabajo y de los principios de caballería -que tantas veces hemos podido ver en las pantallas de cine- como son la lealtad, la fraternidad y la amistad. Si hubiera existido una orden de los caballeros amigos, el habría sido el Gran Maestre.
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